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La poesía
hoy se viste con
la sonrisa de un niño
con el Síndrome
de Dawn.
Esta es la historia de Alex, un hermoso niño con cabello de oro y una sonrisa amplia. Cuando él nació era tan pequeño que alcanzaba en la palma de una mano, los médicos le diagnosticaron Síndrome de Down y le pronosticaron no más de 5 años de vida con un tratamiento de por vida por su problema cardíaco congénito, advirtieron a sus padres que tal vez no podría ni llegar a sentarse por sí mismo por la hipotonía grave de todos sus músculos.
Sus padres muy jóvenes, hicieron caso omiso a lo que los médicos les decían, y a pesar de su inexperiencia y desconocimiento del Síndrome, decidieron que su hijo crecería como un niño normal, no le darían un trato especial como su condición lo requería.
A pesar de todos los consejos de las personas cercanas y profesionales que les decían que su hijo debía someterse a diversos tratamientos para que logre sobrevivir y tener mejor calidad de vida, ellos prefirieron ignorar todas las recomendaciones y nunca lo vieron diferente ni especial.
Pasaba el tiempo y cuando logró sentarse un poco más tardado que los otros niños, los médicos advirtieron que tal vez de allí no pasaría, pero al poco tiempo logró caminar, entonces les dijeron que tendría dificultad para correr, pero al pasar los años llegó a correr tanto que alcanzó a ganar las olimpiadas especiales. Luego les dijeron que por su problema cardíaco no podría nadar, ni montar bicicleta, que sería mucha carga para su corazón, pero tan desobedientes esos padres que lo apoyaron hasta que logró ser campeón de natación en otras olimpiadas especiales y hoy es un aficionado ciclista, que acompaña a su hermana en sus recorridos de entrenamiento para competir en torneos y en el mismo ritmo y velocidad que ella.
Alex, a pesar de todo pronóstico siguió creciendo en espíritu y fortaleza aunque los médicos insistían en que Alex era especial y que en su educación escolar no podría pasar de la secundaria por su retardo mental, pero él llegó a manejar su propia empresa de crianza de codornices y con sus conocimientos de matemáticas no se le escapaba ninguna.
Hoy Alex tiene 36 años -cierto, ya les había dicho que los médicos le pronosticaron 5 años de vida- él sigue viviendo su vida con esa amplia sonrisa que no perdió desde que nació, es el orgullo, la inspiración y la alegría de toda nuestra familia. Es mi primer sobrino y lo amo con todo mi corazón.
Creo que su sonrisa es la mejor poesía y el mejor homenaje que se puede hacer al conmemorar este día.